Ese día, (como de costumbre)
amaneció más temprano para Soledad. La luz del sol aun no asomaba entre el
horizonte (y es que aún le faltaban varias horas para partir a su trabajo). Como es de esperar, Soledad, miro la hora en el celular, “3:17 am”
se alcanzaba a ver. “No puede ser, llevo dos semanas intentando conciliar el
sueño, y lo único que logro es poder despertar después de algunas horas de
mediocre sueño.
Llega tan inesperado
acontecimiento, los primeros rayitos de luz se asoman; y Soledad se levanta,
prende el agua sobre la estufa y espera un poco; mientras, para bañarse. Toma
un baño, se arregla habitualmente y desayuna, y emprende el camino al trabajo.
Llegó otra vez tarde, pues ya son
las 10:15 am sobre el reloj colgado al centro de la casa-oficina de su trabajo
(algo sumamente difícil de creer es el llegar tarde, para alguien quien con
extremas ansias, anhela el amanecer, y lo anuncia despertando cada tres horas,
y es que lo que hoy le espera no será diferente a lo de ayer; ella en si
disfruta la maravillosa cotidianeidad que hay en sus actividades, y no es que,
para que quede claro, porque se despertara tarde, sino que digamos siempre fue así
para ella); y ni modo, saluda cortésmente a todos, firma su hora de entrada y
rápido enciende la computadora y comienza donde se quedó ayer.
Esa es la vida de soledad, y aunque muchos la tachen de
“loca” o “matada” y además de “solterona” Soledad disfruta mucho lo que hace,
es más defiende sus actividades diarias, las cuales disfruta “sola”, desde
desayunar tranquilamente en casa, hasta debatir con el compañero de trabajo
acerca de algún tema. La realidad, es que pese a que todos pensáramos que
alguien con este temperamento “aburrido”, fuera una persona amargada e infeliz,
por el contrario, ella es Soledad y defiende su deliciosa y placentera
“soledad”.
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